Llegando ya al casi final del recuerdo de las vacaciones, hay algunos seres y cosas de las que no me quiero olvidar. En primer lugar y como todos los años el primero del ranking, el gallo desprogramado. Tenemos un gallo en un corral pequeño cerca, que unos días cacarea a las 7 de la mañana y otro día a las 10, sus consortes gallinas le cuidan y le arropan, y él, con su cresta roja al viento no es consciente de su error, nadie se atreve a decirle nada por su mal genio. Todas callan y el cacarea a su ritmo atemporal.
Me impresionan los escarabajos que aparecen en las noches de verano, salen al refugio de la noche que todavía retiene el calor del día y atraídos por la luz, se dejan ver, con sus cuerpos prehistóricos, sus figuras de serie B japonesa y sus antenas nerviosas, son mis escarabajos calurosos. Al día siguiente desaparecen y de su estela negra apenas queda el recuerdo.
Un recuerdo cercano para mis salamandras cerveceras, desconozco el verdadero fin de los huecos en su cuerpo, pero son maravillosos para las chapas de las cervezas, y allí imperturbablemente esperan día y noche a que una linda botella rasque su espalda con su metal.
La campana de los invitados, este año permaneció silenciosa, tan sólo tuvimos una visita, pero durmieron en su auto-caravana, así que no pudo tañir la campana para despertar a los perezosos, no se oyó su repique en la casa, la tranquilidad lo impregnaba todo, pero allí espera, tranquila y paciente, a que el próximo que venga note sobre su oreja un toque de alzada que no olvidará nunca.
La persiana codificada nos marca la visión hacia el exterior de la puerta, como si fuera una película del antiguo canal+ (antes al menos te dejaban ver la codificación, ahora ni eso, pantalla negra y a correr), el exterior se codifica y recodifica al ritmo del viento que mueve a la persiana, y tan sólo las moscas más listas se cuelan en él, victoriosas se regodean en el triunfo hasta que el insecticida acaba con ellas.
Los manzanos sidreros de enfrente de casa se alzaban este año repletos de manzanas, manzanas rojas llenas de sidriña dispuesta a ser escanciada en años próximos.
Es mirarlos y apetecerte un culín, o dos.
Y si no, qué se lo pregunten a Guillermina, me encantó este cartel, la ternura de la anciana es para comérsela, y la pregunta muy buena, ¿Sabes cuántas manzanas hacen un culín?, pues la verdad es que no.
Del gallo desprogramado puedo decir que creo que hay dos, el de la casa blanca también va a su bola y está más cerca y se le oye más.
ResponderEliminarY Guillermina me ha encantado!!!1
Mira, lo del gallo blanco no lo tenía controlado. Respecto a Guillermina es que es lo mejor de lo mejor, tendríamos que abrirle una página en feisbus.
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