Las casas de Llanes hablan

Siempre que paseo por Llanes y levanto un poco la vista me parece contemplar por primera vez las casas que llevo viendo más de veinte años. Algo hay en ellas que me atrae, su pasado o su presente, su historia o su vida, sus formas o ellas mismas. Cuando das la vuelta y ves toda una pared con baldosa de cerámica eres consciente de la diferencia.

Son dos casas casi gemelas, alguna con complejo de altura frente a la otra, con sus balconadas de madera típicas de Llanes y de la zona, por ventanas, puertas que tan sólo una barandilla protege de la caída. En las canaleras, la naturaleza vive como un inquilino más, y de la piedra a la pintura la publicidad da un descanso.

Otras se muestran más modernas, con balconadas de lado a lado y sobre sus ventanales la bandera que tapa a la bandera, lo local por encima de lo nacional en la festividad de San Roque.

Justo enfrente la antigua lonja del pescado, con una tipografía de la época franquista, y sin más ilusión que la de ser cuatro paredes, que antaño vida tuvieron.

Hasta en las casas más contemporáneas algún detalle nos recuerda al estilo llanisco, y no es la bandera que ondea en sus balcones. La balconada casi circular de la segunda planta se erige como algo raro dentro del conjunto de ladrillo y yeso, de construcción sencilla y sin miramientos, pero el balcón se muestra con rancio abolengo esperando la salida del presidente de la comunidad para que comience el discurso.

En otro lado de la villa en la reformada calle por donde antes pasaba la carretera hacia Poo, las casas solariegas se adosan unas a otras, con más estilo o con menos pero ordenadas y en fila, atentas a lo que sucede enfrente.

Y enfrente están el Ayuntamiento y el antiguo casino, grandes símbolos de una villa de gran historia y pasado, y de presente también bueno. En un día de sol como éste, sus paredes refulgen luz, y las sombras marcan las arrugas acondicionadas del tiempo. Miro hacia arriba y pienso lo que habrán visto esas paredes, siento envidia y camino.

Junto al puente están comenzando a rehabilitar una casa que se caía por momentos, principalmente su balconada. Una lona tapa ahora la fachada en una calle que hace dos días estaba también en obras, para los vecinos es un no parar.

Un poco más adelante está esta curiosa casa solitaria, avanzada frente a la hilera con una balconada en la parte superior que le confiere parecer una almena regia en un castillo. Los ventanales-pueta están tan pegados a la fachada que parecen pintados y más rodeados de esa cerámica azul que confieren a la pared exterior una pinta más de pared interior que de otra cosa, es como si hubieran girado la pared y viéramos lo que había en su interior.

En el interior de Llanes es curiosa la simbiosis de las casas con la antigua muralla, allá por donde vayas siempre hay un trocito que se mezcla con una casa, de la que seguro arrancaron la muralla para edificarla.

Aquí entre dos casas y por respeto dejaron un trocito del que nacen las hiedras y las hierbas simulando las almenas que tuvo en otros tiempos. Un trozo de pared, un trozo de historia que antes disuadía enemigos y paraba balas en sus piedras, y que ahora a lo que más anima es a la micción de perros.

La muralla sigue y las casas se levantan sobre ellas incorporando sus piedras y su historia,  combinando lo civil y lo militar en un reflejo del pasado reciente.

Si avanzamos dentro de la ciudad las paredes se vuelven más monótonas, sucias y las proclamas de otro tiempo se convierten en tags sin sentido que algún trozo de muralla estaría contenta de delatar al autor de las mismas.

En los patios interiores conviven presente y pasado en un skyline donde el tiempo es la principal variable. Aflora entre sus humedades recuerdos de otro tiempo, tertulias de tarde y zuecos a la puerta.

Y entre todas, fachadas olvidadas, desconchadas paredes en simetrías desequilibradas, solitarias macetas sin historia, sin pasado y con un abandonado presente.