lunes, 12 de septiembre de 2011

Los puestos, predispuestos



Otra de las cosas que no puede faltar en un verano son los mercadillos, puestos y puestos, casi todos con lo mismo pero todos predispuestos a vender. Las calles de Llanes se llenan de vendedores agotados por el verano y por el rule de pueblo a pueblo.


Camisetas para niños "jevimetalpaguer", con los grupos más antiguos del panorama musical, auténticos dinosaurios musicales, camisetas para niños, que compran los padres.


Olor a incienso y aromas hindúes lo llenan todo, en auténticas réplicas que potencian mercados subterráneos de pobreza y mal vivir.


Pañuelos y pulseras de todos los colores, pantalones y camisas a rayas, el auténtico supermercado de perro-flautas y bohemios seguidores de la Santa María.


Bollos y tartas gigantes con vendedores solos y aburridos a última hora de la tarde, los cuerpos Danone pasan de largo ante tanto bollo.


De entre cuadros de collares y pendientes surge el tendero, como un adorno más, como el mejor de-pendiente de su colección.


Bolsos de todos los colores, colores en todos los bolsos, collares de platas imaginarias y cueros de animales apestosos.


En una tienda de gominolas naturales el dependiente parecía naturalmente dormido.


La gente pasea, una y otra vez, primero mira, luego también, mañana ya comprarán algo.


Pasan y pasan, miran y miran, y la tendera se desespera desde el interior de su refugio, pasen y vean.


Una escultura se mimetiza entre el paisaje, la gente parece que la abandona, sólo unos niños se paran a verla, el mimo se queda de piedra, la gente pasa y pasea.


Por fin un comprador, miran una cosa, miran otra, "¿no lo tienes en otro color?", "No te gustan, tienes veinte colores para elegir", "mañana vengo, no lo tengo muy claro".


Salchichón de cerdo con aceitunas, con roquefort, avellanas, al vino, ¿alguien da más?


Dentro de las murallas los puestos siguen, la tarde empieza a caer, muy pronto todos los puestos se llenarán de gente.


Un barco para los niños descansa después de una mañana dura, merecido descanso, mañana será otro día.


Para los que tengan hambre, costillares, chorizos, lacón y pulpo adornan de aromas la calle, la nariz desplaza los cuerpos capturados por el anzuelo del olor.


Un espléndido vendedor ofrece a la gente una muestra de aromas de perfumes plagiados, la gente se escapa, le evita, ¿olerá mal?


Sobre un puesto los bolsos lo tapan todo, como una tupida red, detrás de ellos puede que haya gente.


Y lo más de lo más que no puede faltar en un mercadillo que se preste, la máquina ultramoderna que te dice cómo es tu personalidad con tan sólo tu letra. Increíble, pero hay gente que paga por ello. La tarde ya ha perdido la batalla a la noche y sin comprar nada nos retiramos a casa, adiós a los puestos, predispuestos.

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