martes, 17 de enero de 2012

El tío José, de oficio trabajador



José Quintanar Rueda es uno de esos hombres que siempre tiene media sonrisa en la boca, es uno de esos, que siempre empiezan las frases por un —"bien, bien,…"— en el que alarga las "es" al compás de la media  sonrisa. El pasado 15 de enero cumplió 79 años, era uno más de los que nació en aquel invierno gélido en 1933, en un enero convulso en el que días antes en Cádiz había estallado el movimiento anarquista de Casas Viejas que fue duramente contestado por la Guardia Civil y el gobierno de Azaña, fue en aquel mismo enero a finales cuando Hitler era nombrado canciller de Alemania, aquel enero no podía ser más frío.

Fue el segundo de los hijos de Justo Quintanar Hernández y Matilde Rueda Ibáñez, y el primer varón, el primer hijo para ayudar en el duro trabajo del campo, de aquel Anguiano que olía a carbón de encina, a tierra movida y a la boyada que marchaba por la mañana a pastar. José, siempre fue un hombre duro, fuerte, de manos recias y dedos rotundos, mangas cortas y cuerpo hecho, acostumbrado a trabajar y a entender el descanso como una pérdida de tiempo. Para los que lo vemos de fuera seguro que no fue fácil su infancia, su juventud y su vida, para él que la vivió seguro que no le resultó difícil, por su gran corazón afronta las cosas como le vienen, y si vienen es para bien, le basta esbozar su sonrisa y su —"bien, bien,…"— con ese acento riojano que lleva calado a los huesos.


Lo veo en sus fotos de niño, y además de que veo a todos sus hijos en él, lo veo a él después de 79 años con la misma energía y fuerza, con esa rudeza amansada por la sensibilidad del tiempo. Siempre lo he conocido trabajando y así seguirá mientras sus huesos y su cuerpo, un poco ya acartonado por la humedad y el trabajo acumulado, se lo permitan, pero como le pidan opinión a él, que se esperen. Al tío José le tengo un cariño muy especial, al igual que a Laura su mujer, su compañera y la criadora de una gran familia de corazones con patas. Cuando José te abraza es como si te pusieran una camisa de fuerza, no te puedes escapar, si te da la mano, comprendes como se siente el azadón cada día, si te miran sus ojos, ya pequeñines, detrás de unas gafas que lo aguantan todo, sientes el calor que muchas veces nos falta. Felicidades José, es todo un placer volverte a ver cada vez que voy a Anguiano.

8 comentarios:

  1. Muy bonito David,eres un pintor de sentimientos.Gracias

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  2. Muchas gracias haces que se salten las lagrimas de las cosas tan bonitas de mi abuelo.

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  3. Gracias Lucía, pero de lágrimas nada de nada, que con el abuelo que tienes es para tener una sonrisa de alegría bien grande.

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  4. Pues mi abuelo no es, es mi tío, y a mí también se me saltan las lágrimas, pero no de tristeza sino de emoción contenida. Es un gustazo tener esta familia tan fenomenal.

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  5. ¿Será que sois un poco lloronas? pero eso siempre está bien.

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  6. Solo me queda decir: ¡¡Gracias David!!.

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