Así son unas rodillas con artrosis, así son unas rodillas por las que el tiempo no pasa en balde, así son unas rodillas castigadas por estar muchas horas de pie, por estar muchas horas de rodillas en el suelo, por estar muchas horas soportando un peso más de lo debido. Así eran una rodilla de Pilar (de los Rodríguez de toda la vida) y así era otra rodilla de mi madre (de los Goñi de toda la vida).
Así son ahora sus rodillas, dotadas de una prótesis que les permite volver a mal andar de nuevo, que les permite volver a pasar más horas de pie de lo debido, que por suerte les hace no hincar la rodilla ni en el suelo ni ante nadie, y que por miedo no les hace tomar más peso del debido. Ahora sus rodillas son tecnológicas, son un poco Robocops de la Pradera, son víctimas de sensores metálicos en aeropuertos y de la climatología del tiempo.
Pilar está ahora mismo convaleciente todavía en una habitación del Miguel Servet, con una fuerza digna de una madre de las de antes, en menos de 24 horas ya estaba doblando la rodilla (levemente) para agrado de su médico (el compañero judío de House) que para celebrarlo elevó su pierna y la dejó caer sobre la cama para comprobar si cumplía todavía las leyes de la gravedad. Esteban, su marido, a su lado con ese amor de padres tan especial, regañando todo el día para luego no poder pasar ni un minuto separados, preocupado e inquieto, y orgulloso de la evolución tan rápida de su mujer, como sino sabría que se había casado con una navarra de hierro.
Pilar y mi madre tienen muchas cosas en común, pero ahora principalmente, el ser navarras y el compartir prótesis de rodilla, no habrá sido muy distinta su infancia y el no parar de trabajar en la casa y en el campo de niñas, al trabajo de mujer le sumaban siempre el trabajo del hombre, siempre en un no parar. Mi madre tiene cierta ventaja con Pilar, mi madre sólo tuvo dos hijos, cierto es, que uno fui yo, que vale por unos cuantos; Pilar tuvo cinco hijos, tres niños y dos niñas, pero que cinco, los libros de la Pandilla de los Cinco y todos estos de literatura pre-adolescente se les quedan cortos y además su versión sería de Serie Gore o Bizarra. Vaya cinco titanes que valen su peso en oro, es lo que me pasa a mi que siendo yo sólo, peso por tres lo que valgo (perdón por este toque de báscula y orgullo propio). Por contra, Pilar le gana a mi madre principalmente en una cosa, hace un cocido que te chupas hasta los dedos de los pies y aplaudes con las orejas, mi madre no cocina mal, pero es que cocido como el de Pilar se ven muy pocos.
Este es el pase de cuando operaron a mi madre en octubre del 2000, hace ya diez años, tendría que operarse de la otra rodilla, pero me parece que la tendría que tener muy mal para volver a que le hagan otro corta y pega, no por el dolor ni por que no le haya ido bien la operación, mi madre es así, le tiene un cariño muy especial a los hospitales y a las operaciones, es un cariño a distancia. Nuestras madres practicaron más las genuflexiones (genu-s es rodilla en latín) que nosotros, aunque en estos tiempos tengamos genuflexionar bastante para pelear por un poco de trabajo, quien sabe si con el paso del tiempo no nos tendrán que poner a nosotros una prótesis anti-crisis para curar la artrosis de nuestra economía. Suerte Pilar, y en nada estás con tu muleta (espero que no se te despierte la afición taurina) para arriba y para abajo. Suerte, que te la has ganado.
Ánimo Pilar!!!! y viva tu cocido que está cojon...., es decir, bueníííssimo!!!!
ResponderEliminarTu si que sabes lo que es bueno.
ResponderEliminarA esta Pilar la conozco yo, y las veces que se terciaron me acogió en su casa con mucho afecto, y hasta me dio de comer. Su cocido no lo conozco, pero sus croquetas sí, y doy fe de que son estupendas. Desde aquí, envío a Pilar mis deseos de que se recupere pronto y bien. Estoy segura de que así será.
ResponderEliminarUn beso.
Mañana si puedo iré a verla, y le transmitiré tu energía.
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