lunes, 29 de noviembre de 2010

Bomba depilatoria



Esta semana pasada se realizaron una serie de acciones en todo el mundo en contra del abusivo e intimidatorio control que se realiza en los aeropuertos, que pese a su buena causa, no dejan de ser muchas veces duros, ya que pareces un delincuente más que un pasajero. Me he acordado por tanto lo que nos pasó el año pasado en nuestro viaje de vuelta de la Riviera Maya en el aeropuerto de Cancún, fue una "aventura" curiosa y divertida (ahora al recordarla con distancia) pero que en aquellos momentos no lo fue tanto.


Después de pasar unos días tomando el sol entre daiquiris, margaritas, cervezas, piscina, playa, relax, comida y algo de lluvia; tocaba volver para casa y un autobús nos encaminó hacia el aeropuerto de Cancún, que nada tenía que ver con el aeropuerto que nos encontramos la primera vez que viajamos para allí con Raúl y Marimar donde parecía más como en las películas antiguas donde te abrían las maletas en cualquier momento unos policas bigotones vestidos de beige.


Facturamos las maletas sin contratiempos y dimos una vuelta por los duty free, compramos unas botellitas de tequila para los amigos y nos deletitamos viendo la cantidad de picantes que tienen en México.


Tras pasear un rato (nos esperaban unas cuantas horas sentados en un avión) esperamos sentados tranquilamente en la zona de embarque. De repente por el megáfono del aeropuerto se escuchó una voz metálica con acento mexicano que decía el nombre y apellidos de Ana, rogándole que se pasara por el mostrador. Como estábamos al lado nos acercamos tranquilamente pensando que sería algún tema de papeleo. Nos comunicaron que había un problema con una de las maletas y que necesitaban el código para poder abrirla. Acto seguido apareció un hombre de traje y nos indicó que él era la figura intermediaria entre el aeropuerto y nosotros como representante de la compañía del vuelo, y que le teníamos que dar el número pero no podíamos ver como abrían la maleta (que es lo que solicitamos), él sería el que estaría presente para comprobar que no hubiera ningún problema y que no se dañase nada.


Dimos la contraseña y nos sentamos a esperar empezando a darle vueltas a la cabeza, y vuelven a llamar a Ana por megafonía. Acudimos esta vez raudos y un poco más intranquilos, pero con la esperanza de que todo se hubiera solucionado. El intermediario nos dijo que no sabía muy bien que pasaba pero que no habían abierto todavía la maleta y que la investigación iba a llevar más rato del previsto y que en breves momentos se acercarían las autoridades aeroportuarias para hablar con nosotros. Ana se vino un poco abajo y los nervios empezaron a fluir, le dije a Ana que ni se le ocurriese llorar, no habíamos hecho nada malo y por lo tanto no teníamos que estar nerviosos, tranquilos y sonriendo (todo esto se lo decía con el consiguiente nerviosismo por dentro). Por nuestras cabezas pasó de todo y Ana ya se veía encarcelada como la chica de Galicia que siendo inocente la pillaron con droga y se armó todo un revuelo importante, veía a sus padres hablando para la televisión en los telediarios, lo que no sé es si se veía haciendo la portada del Interviú. En la foto Ana (ya como una delincuente) momentos antes del incidente diplomático, en la cartera negra portaba los billetes del avión de la discordia.


Al rato, resultó que las autoridades se quedaron en un único policía, eso sí grande, bien uniformado (sin arrugas), educado y bien dotado… con su arma reglamentaria y chaleco anti-balas. Muy amablemente nos indicó que había sido detectada por los escáneres del aeropuerto, una sustancia explosiva en nuestra maleta y que por tanto no se podía embarcar hasta que se solucionase el temita, el avión esperaría hasta el último minuto o que marcharía sin nosotros. Nos costó unos cuantos segundos asimilarlo, ¿una bomba en nuestra maleta?, la verdad que sólo pensar que se fuera el avión sin nosotros no nos hacía ninguna ilusión, pero aunque la situación era grave nos quedamos más tranquilos, nuestro miedo era que nos hubiesen metido droga en la maleta sin enterarnos, ya que desde que dejas la maleta en la habitación para que pasen a buscarla (a las 12 de las mañana), hasta las 5 de la tarde que nos marchábamos dirección el aeropuerto habíamos perdido de vista las maletas y todo podía ser.


El policía mientras hablaba con alguien por el "walki" nos preguntó que qué llevábamos en la maleta, Ana sabiendo de qué maleta se trataba le indicó que no mucho, alguna zapatilla, ropa sucia, geles de baño, chamús, cremas de sol y poco más…, el policía como un loro lo retransmitía por el "walki" y nos preguntaron si teníamos alguna cosa con un "cable" o "palo" en el interior de un líquido de una composición extraña y densa. En principio dijimos que no, pero a Ana se le encendió la bombilla y se acordó de la crema depilatoria que se había comprado en España a última hora por la sorpresa del viaje que le había regalado y que era de tipo dosificador, tal y como veis en la foto.


Después preguntó si estaba conectado a una caja de madera, volvimos a contestar que no teníamos ninguna caja de madera y nuevamente Ana se percató que el juego de parchís que llevábamos tiene una caja de corcho muy chula (es un juego de parchís que nos ha acompañado en todos nuestros viajes desde el principio), acto seguido el policía lo volvió a comentar por el "walki". (En la foto la bomba depilatoria original).


Desde ese momento todo empezó a ir más despacio, no le llamaban al "walki" y el policía empezó a darnos conversación (me imagino al ver el nerviosismo de Ana, y algo del mío), nos dijo en su acento mexicano elegante que le gustaba el fútbol y que le gustaría ir al Santiago Bernabeu, le dije que claro, que estaba muy bien, me preguntó si había estado y le tuve que decir que no (era un policía y detecta las mentiras, seguro), luego nos habló de los nuevos billetes del centenario que sacaban en México (no sé si realmente nos estaba pidiendo una "mordida" pero yo en aquel momento era más sueco que español).


Por varias veces había venido el intermediario y le había comunicado al policía que embarcaban en breves momentos, y al poco tiempo se llamó a los pasajeros del avión para embarcar, y nosotros allí con el pedazo de policía esperando respuestas. Embarcaron todos los pasajeros y la sala se vació quedando Ana y yo, el policía, una chica para los billetes y el intermediario, estos últimos con unas ganas de pirarse  inmediatamente. Los minutos y los segundos se hacían largísimos y los movimientos nerviosos de los pies eran inconfundibles.


Al final, después de un largo rato con el policía inmutable cuando los del vuelo le decían que salía ya, le llamaron al "walki" y le dijeron que todo estaba solucionado y que podíamos embarcar. Se nos puso una cara de alegría tremenda y nos fuimos directos al avión mientras todo el mundo nos miraba pensando  "mira esos llevaban droga" o cosas peores, lo que no sabían es que ellos en el interior de la bodega del avión llevaban una crema depilatoria que para los mexicanos era la bomba. Curioso el mensaje de despegar que aparece en la foto de la crema depilatoria.


Así que ya lo sabéis si viajáis no se os ocurra llevar esta crema depilatoria, os puede explotar en la cara.


7 comentarios:

  1. Creíamos que ya nos habíamos quedado sin maleta pero después de todo era lo que menos nos importaba, pero allí estaba (no en perfectas condiciones). Y todo por unos pelillos ná!!!!

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  2. Pido que califiquen a Veet como producto peligroso y altamente dañino en los viajes.

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  3. Je je je, esta historia la conocía. Pero por escrito y con reportaje gráfico, parece una anécdota completamente nueva.

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  4. Raquel, ten cuidado que al ir tanto al monte si llevas ésta crema depilatoria puedes llevar sin saberlo una mochila bomba.

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  5. Lo mejor es hacerte el laser Ana...jajajjja publicidadddd---ajjajaaj besosss

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