jueves, 3 de noviembre de 2011

Playas de otoño



Otoño y las olas rugen en Asturias, el mar golpea con fuerza al tiempo con un día radiante, un día de playa camuflado de verano, de espuma rota por corrientes locas en la playa de Andrín.


El mar nos invita a bañarnos y le hacemos caso, a una madre siempre se le hace caso, el castro compartido entre las playas de Andrín y Ballota se muestra como un referente, como un islote deseado y solitario, fuera del mundo y de todos los problemas, lo miro y no sé donde esta el mar y donde la tierra.


La playa está sólo para nosotros, el paraíso es nuestro por unas horas, mientras domamos nuestros estresados cuerpos y mentes, las olas rompen en la arena como un masaje en el cuerpo que quieres, su ruido se convierte en melodía que grabo en mi mente para no olvidar.


Huellas de otros tiempos en las rocas, pliegues de edad y formación, privilegiadas espectadoras de tan bonito paisaje, envidia compartida entre nécoras diminutas y mejillones pequeños, mientras las lapas se aferran a su textura, el agua de una ola perdida se amansa a sus pies.


El mar se eleva sobre el horizonte, se alza con orgullo y golpea sobre las paredes rocosas arrancando lo que por la noche se crea. Valientes toman sus olas en tablas pequeñas, peinan su espuma desafiando su fiereza, hormiguitas que bailan a favor de corriente.


Después a la playa de Torimbia, paseo bueno y mejor día, la playa nos espera tranquila y relajada, descansando de su marea alta, paseamos esquivando charcos de mar, islotes que el Cantábrico olvida sobre la arena.


En la playa amor canino, perro y perra en el sitio perfecto, se huelen, se gustan, lástima que sus dueños no piensen lo mismo, hasta en el paraíso el amor no es fácil.


Miro al mar, y el mar me mira, sus olas repiten recorridos ya realizados, con orgullo y fuerza, sin miedo a repetir, sin miedo a la monotonía. Me gusta su rito, me gusta su sonido, me gusta ser ola para luego volver a ser agua.


La playa parece eterna, mágico espejo del cielo que graba nuestras huellas y luego las borra, como queriéndonos olvidar pronto, de nada le sirve, siempre sueño con volver y dejar mis huellas por siempre eternas en la arena.


En Llanes Puertu Chicu se mostraba pletórico, con más arena que nunca, disfrutando de la bajamar, tregua que la playa disfruta, el pueblo la mira, y ella sonríe con un sol que le hace brillar más que nunca.


Las rocas solitarias, al igual que nosotros, reciben el abrazo del mar, abrazo que siempre te da algo y que cuando se retira, siempre se lleva algo de uno. Mañana será otro día en que desearemos que el mar nos vuelva a abrazar.


Sobre la playa de Pría el sol lo sigue inundando todo, no es verano, pero lo parece, los acantilados recortan sombras, que las olas modelan. Sobre el sonido de las últimas olas, nos marchamos, dejando detrás las playas de otoño, el recuerdo del mar que me hará soportar el invierno.

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