Una ciudad empantanada

Una ciudad en obras en tiempos grises, una ciudad que cambia su piel asfaltada por paralelas de hierro, el paseo de la Independencia que es menos libre que nunca, jamás las aceras habían estado tan lejanas, de los helados italianos al Heraldo todo un París-Dakkar de vallas, señales, bicis y hombres que esquivan algún coche loco que viaja por donde puede.

Las bandas rojiblancas nos escoltan por los laterales de la calle, nos impiden ver y ser mirados, la antigua misión de este Paseo, a su lado conos de igual color y las bases de cemento para sujetar las vallas simulan invertidas a las farolas-horca de la anterior renovación de la calle, uno no sabe cual es el espejo y cual el espejismo.

Paseo por el centro de mi ciudad, y no me siento su habitante, no encuentro justificada la modernidad de algo que es bien antiguo, moderno habría sido regalar bicicletas a todos los ciudadanos e impedir el uso del coche en buena parte de la ciudad, pero seré yo el error y no encuentro el botón para reiniciarme.